Los conflictos psíquicos no quedan en cuarentena en ninguna etapa de la vida. Muchos niños estaban realizando, al momento de declararse los riesgos de la pandemia y al prohibirnos el contacto, sus tratamientos por múltiples síntomas o manifestaciones: problemas de conducta, dificultades para relacionarse, inhibiciones, conflictos familiares, enuresis o encopresis, problemas de aprendizaje, dispersión, temores, miedos, fobias, duelos por separaciones de sus padres o muerte de seres significativos, dificultades en el sueño o la alimentación, síntomas relacionados con el desarrollo evolutivo o el crecimiento, entre tantas otras cuestiones por los cuales los padres recurren a las consultas.
¿Cómo continuar el tratamiento psicoterapéutico de un niño? ¿Vía online? ¿Cómo hacer cuando el juego es la técnica que permite el análisis en los tratamientos con niños? Es el momento de experimentar lo que podemos hacer con los niños en un encuentro virtual, valorar la palabra hablada, con la que se dialoga en los juegos, se narra en los cuentos, se realizan relatos de la vida cotidiana o comentarios sobre lo que duele, alegra o importa.
Los niños conocen la finalidad del encuentro psicoterapéutico, por ello saben que este es un espacio para contar preocupaciones, escuchar y agregar detalles a los señalamientos e interpretaciones de su terapeuta, que han tocado sus afectos, ya sea asintiendo o negando.
Considero, como analista de niños, que estamos transitando un gran desafío, del que día a día se puede aprender. Atenta y curiosa, no puedo dejar de sentirme sorprendida, en el buen sentido de la palabra.
ATENCIÓN ONLINE CON NIÑOS
CONTANDO MI EXPERIENCIA
Establecido nuestro horario de encuentro para la sesión virtual, los papás preparan a los niños, los que esperan la conexión; algunos piden a los padres estar solos conmigo, se preparan dejando cerca algún juego, cuento u objeto que quieren mostrar.
Los niños han nacido con la tecnología y la tienen a disposición de sus manos. Saben bien cómo usarla. Así que, desde este lugar, me autorizan a entrar en su espacio de la casa; me piden que les narre un cuento o me muestran sus libros de cuentos o inventamos juegos posibles a la distancia. Los padres acompañan y participan, como en una sesión vincular; a veces más pasivos, observan o escuchan, otras más activos, participan en lo que va surgiendo.
Los niños más grandes necesitan contar cómo están viviendo el encierro, la organización que están pudiendo tener con las entregas de las tareas escolares; algunos desean resaltar lo que pueden hacer solos, y mostrar su preocupación sobre aquello que requieren ayuda. Desean compartir la tarea que hicieron para la materia de plástica. Comentan la situación familiar: si están pudiendo encontrarse o no con su papá, los que no conviven con él, y cómo se sienten al respecto. Es importante ayudarlos a pensar en cómo relacionarse y no perder el tipo de relación que los deja tranquilos. También compartir diálogos en los que cuentan qué entienden por el virus y lo que puede ocasionar. La muerte les asusta, temen por ellos y sus seres queridos. Por otro lado, muchos pequeños extrañan sus paseos, las salidas a la placita, a andar en bici, el encuentro con sus compañeros y amigos.
Los padres también, necesitan contar cómo están viviendo esta situación, cómo van los síntomas por los que consultaron, si hubo retrocesos, avances; si están trabajando y cuánto les preocupa estar en las zonas en las que puede haber contagio; si no están trabajando, necesitan compartir la angustia y el temor de que esto continúe y no disponer del ingreso económico con el que contaban antes de la cuarentena.
Es importante reconocer que esto está dependiendo de algunos factores:
. En primer lugar, la predisposición y confianza de los padres para que el encuentro sea posible. Sin su participación activa no hay tratamiento con niños.
. La disposición de los pequeños. El interés por continuar el vínculo, el reconocimiento de la función.
. De mi parte, el entusiasmo y necesidad de encontrarme con los pequeños, para poder continuar con la función terapéutica.
EL VALOR TERAPÉUTICO DE UN CUENTO…
“Los cuentos infantiles encierran un tesoro de riquezas para explotar desde el ámbito de la educación y la salud. Hadas, príncipes y princesas, brujas, lobos, ogros, dragones, héroes, villanos… personajes reales y del mundo de la fantasía nos brindan un puente para llegar a los sentimientos de los chicos”[i].
Un paciente pequeño escucha atento un cuento a través de la videollamada. ¿Cuál te gustaría que te cuente? -pregunto.
“Los tres chanchitos” -confirma sin dudarlo.
De manera espontánea, exclusiva y a través de mi imagen y voz, la narración viaja hacia el teléfono móvil de sus papás.
El cuento clásico, es de conocimiento popular. Un lobo acecha a tres indefensos cerditos, que lejos de los cuidados de su mamá y en el medio del bosque, están aprendiendo a vivir entre responsabilidades y placeres. Tres modalidades de protegerse diferente, cada uno construye, a su juicio, la casa que cree más conveniente. El lobo ataca y destruye con un soplido las endebles casas de paja y de madera y los dos hermanos escapan a las corridas del feroz animal, hasta protegerse en la casa del tercero, el que ha construido una casa muy fuerte e impenetrable. Los recursos destructivos que el lobo utiliza son en vano. La astucia del mismo, de entrar por la chimenea del hogar, también es burlada por los cerditos con la olla de agua hirviendo. Al fin, el lobo desiste y no aparece más por el lugar. Los pequeños han triunfado.
Pienso y resignifico. Comprendo. El niño no ha solicitado en nuestro encuentro online este cuento por azar (cuestión que siempre es así) en los tiempos que estamos viviendo. El lobo y su ferocidad que está afuera, como el “coronavirus” y con un soplido-aliento que lo conduce, ataca. El afuera es peligroso y debemos protegernos en nuestras casas. Este “bicho” -en palabras de mis pequeños pacientes- acecha afuera y ataca si estás afuera. Mientras más desprotegidos, más expuestos. Con alivio, y facilitado por el argumento, el niño encuentro el final esperado y feliz: la historia asegura que se puede defender y escapar de los que nos persigue, encontrar una solución satisfactoria a la situación inevitable que se vive. Proporciona seguridad y esperanza. Sólo hay que quedarse en casa.
Bruno Bettelheim[ii] afirma: el cuento ofrece al niño materiales de fantasía que, de forma simbólica, le indican cuál es la batalla que debe librar para alcanzar el resultado deseado y encontrar un final feliz.
La gratificación del niño es evidente y no es sólo por haber escuchado el cuento. El mismo le ha acercado, a través del mundo simbólico, el mensaje que el niño necesita escuchar en este momento.